Así como un niño nace a la vida y a medida que pasa el tiempo empieza a
experimentar cambios en su cuerpo, en su manera de pensar, de actuar, en
definitiva va experimentando las etapas del crecimiento humano. Así mismo
sucede en nuestra vida espiritual. En el presente estudio hablaremos del
crecimiento espiritual que debemos ir experimentando cada uno de los que nos
llamamos cristianos.
Hay
muchos cristianos que solo se conforman con conocer lo básico de la doctrina
que profesan y con esto les resulta suficiente. Sin embargo la misma Palabra de
Dios nos dice que no debemos conformarnos con lo básico, sino que debemos ir
hacia la perfección en la doctrina, leamos en Hebreos 6,1:
Por tanto, dejando
ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no
echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe
en Dios.
Caminar
hacia la perfección significa asumir un compromiso. Un compromiso con el Señor
Jesús y su Evangelio. Un compromiso que no todos están dispuestos a
asumir.
Ahora
bien para quienes se deciden por asumir este compromiso de lanzarse hacia
adelante en su misión como cristianos la Palabra les dice que deben alimentarse
de la Palabra de Dios y que deben desearla como un niño desea la leche materna,
veamos en 1 Pedro 2,2:
Desead, como niños
recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis
para salvación.
Sin embargo, así como en el crecimiento de un niño hay diversas
enfermedades que quieren frenar ese crecimiento, en nuestra vida espiritual hay
veces, que nuestro caminar hacia esa perfección parece estar estancado en un
mismo lugar. Esto se debe a algunas situaciones especiales que debemos conocer:
Las debilidades y
el Cansancio: Cuando
nos encontramos débiles y cansados se nos dificulta mucho transitar los caminos
del Evangelio. En Nehemias 4,10 se nos narra como la tribu de Juda, debía construir un muro para defensa de los enemigos y vemos allí un ejemplo de de cómo
el cansancio impidió que sigan con su compromiso: Y dijo Judá: Las
fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no
podemos edificar el muro.
La incredulidad y
la falta de Fe: no
podemos crecer espiritualmente, no podemos llegar a la Perfecta imitación de
Cristo sin Fe. Veamos que nos dice Hebreos 11,6: Pero sin fe es imposible agradar a
Dios.
Las posesiones
materiales: muchas
veces le damos mas importancia a los bienes materiales que poseemos que al
Evangelio de Cristo, esto nos impide crecer espiritualmente veamos en Mateo
19,21-22 lo que le sucedió a un joven que poseía muchos bienes y quería seguir el
Evangelio: Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende
lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y
sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones.
Los lazos
familiares: para
poder seguir el Evangelio de Jesús, en ocasiones debemos desprendernos de
nuestros padres, hermanos, sobrinos, de nuestra familia carnal. Veamos que se
nos dice en Lucas 9,59:
Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero
vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren
a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
Los malas
conversaciones: en
diversos ambientes en donde se desarrolla nuestra vida, muchas veces tenemos
conversaciones que no son gratas a los ojos de Dios. Una persona que se dice
cristiana no hablar como habla el mundo. Así nos lo recomienda Pablo en 1
Corintios 15,33: No erréis; las malas
conversaciones corrompen las buenas costumbres.
La Falta de amor
entre los cristianos: es condición esencial para nuestro crecimiento espiritual el amor
que nos debemos tener entre los hermanos cristianos. Lamentablemente en muchas
congregaciones eclesiales los hermanos se aman mutuamente el día del culto,
pero después en la semana no se miran a las caras ni se preocupan los unos por
los otros. Veamos que nos recomienda Pablo en 1 Tesalonicenses 3,12: Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y
para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante
de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus
santos.
El peso del
pasado y las atracciones mundanas: en el pasado están todos los placeres mundanos que llenaban
nuestra vida antes de conocer a Cristo. Si estamos constantemente mirando ese
pasado nunca podremos avanzar por la senda de la perfección Veamos que se nos
dice en Lucas 9,62: Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el
arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. En Génesis 19,26 tenemos el
ejemplo de lo que le sucedió a la mujer de Lot mientras escapaba de la destrucción de sodoma y gomorra por mirar hacia atrás: Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió
estatua de sal.
El enojo: el enojo con nuestro hermano
nos lleva a pecar y el pecado nos impide crecer espiritualmente. Veamos que nos
aconseja el Salmo 37,8: Deja la ira, y desecha el enojo; No te
excites en manera alguna a hacer lo malo.
Todos nosotros cristianos
debemos estar ocupados en tratar de superar estas cosas que nos impiden el
crecimiento espiritual y la madurez que necesitamos a la hora de servir a
Cristo. Veamos el consejo que Pablo le da su discípulo y hermano Timoteo.
Leamos 1 Timoteo 4, 15-16:
Ocúpate en estas cosas; permanece
en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado
de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás
a ti mismo y a los que te oyeren.
Ahora bien para ocuparnos de superar estos obstáculos en nuestro
crecimiento espiritual también debemos tener en cuenta que para poder
mantenernos firmes debemos de alimentarnos de la Palabra de Dios, en ella
encontraremos todas las fuerzas que necesitamos, es como la vitamina para
nuestro espíritu que nos defiende de los ataques de las enfermedades
espirituales que quiere provocarnos ese virus llamado “diablo”, en efesios 6,13.16-17
leemos:
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego
del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Y
ademas como debemos recurrir a la oración constante, pues ella nos mantiene
despierto ante las tentaciones que este mismo enemigo quiera presentarnos, eso
es lo que nos enseño el mismo Jesús en Mateo 26,41:
Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Hermanos esforcémonos cada día en tratar de ser fieles al llamado
que Dios nos hizo por medio de Jesús y asumamos nuestro compromiso con ese
llamado, siendo fieles a las enseñanzas de la Palabra de Dios y poniéndola por
obra.
Paulo Martín Simeoni.
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